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¿Qué lecciones deja el racionamiento de agua en Bogotá?

Este 11 de abril se cumplió un año desde que comenzaron las medidas de racionamiento de agua potable en Bogotá, una crisis que dejó en evidencia la fragilidad del sistema hídrico que abastece a la capital colombiana. Aunque los recientes incrementos en los niveles de los embalses permiten el fin del racionamiento, los expertos advierten que aún quedan importantes lecciones por aprender.

Según Andrea Devis Morales, oceanógrafa y profesora del Programa Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad del Rosario, el panorama actual es resultado de una combinación de factores climáticos extremos, como el fenómeno de El Niño, y problemas estructurales en la gestión del recurso hídrico.

“Gracias a la normalización de los patrones de lluvias y el incremento del nivel de los embalses, ya se empieza a hablar del fin de estos racionamientos. Sin embargo, vale la pena analizar cómo fue que se llegó a esta crisis y evaluar las acciones que se implementaron para salir de esta, de manera que empecemos a planear de manera ordenada el uso de este valioso recurso hídrico y no volvamos a vivir esta situación nuevamente en el futuro”, señaló Devis.

La capital ya había vivido una crisis similar en 1984, pero el actual episodio fue agravado por el crecimiento demográfico desordenado y la falta de previsión. El sistema de embalses de Chingaza, que abastece a más de 10 millones de personas, se ha visto afectado por cambios climáticos que han modificado los ciclos de recarga y descarga del agua.

“La ciclicidad natural del sistema Chingaza ha sido alterada en los últimos años por el calentamiento global y los eventos El Niño y La Niña, lo cual ha afectado no solo los patrones de lluvia locales, sino también la humedad que llega desde regiones como la Amazonía y la Orinoquía”, explicó la oceanógrafa.

Desperdicio de agua

Los registros muestran una disminución sostenida del nivel máximo de llenado del embalse Chuza, el principal del sistema. Desde 2021 no se alcanza el 100 % de su capacidad y en 2023 el nivel máximo fue del 61 %, con una caída alarmante al 15,91 % en abril de 2024, lo que precipitó el racionamiento más severo en décadas.

Más allá del clima, Devis resalta que el desperdicio de agua es otro factor crítico. “El desperdicio de agua en Bogotá se ha mantenido en un tercio del consumo total durante los últimos 10 años. En algunas localidades como Soacha se pierde hasta uno de cada dos litros”, aseguró, enfatizando que esta información ya era conocida por las autoridades, pero poco se ha hecho al respecto.

Un llamado a la acción

La profesora de la Universidad del Rosario advierte que sin una estrategia integral de corto, mediano y largo plazo, los racionamientos podrían volverse la norma. Propone una serie de medidas urgentes: recuperar la infraestructura de distribución, sancionar a los grandes consumidores irresponsables e implementar sistemas de acopio y reutilización de aguas lluvias y grises.

“No se trata de si puedo pagar el agua o no. Esta mentalidad de que se puede desperdiciar simplemente porque es barata debe cambiar. Las ciudades deben ser sostenibles y resilientes, y los planes de ordenamiento territorial deben abordar con seriedad esta problemática”, indicó Devis.

A medida que el nivel de los embalses mejora y se flexibilizan las medidas de racionamiento, el riesgo es volver a la rutina sin haber aprendido nada. Sin estrategias de corto, mediano y largo plazo que garanticen el uso racional del agua, Bogotá seguirá siendo vulnerable a nuevas crisis.

La lección que deja este año de emergencia no puede perderse. La capital tiene una oportunidad histórica para cambiar su relación con el agua. Y como recuerda la profesora Devis Morales: “El agua no es un recurso infinito ni garantizado. Es hora de cuidarla como lo que es: nuestra fuente de vida y desarrollo.”

Fuentes: Universidad del Rosario / Imágenes Unsplash

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